La arquitectura es una de las formas en las que los seres humanos manifestamos nuestro éxito y nuestra identidad.
En el caso de países con una población migrante, la arquitectura financiada con remesas habla de una experiencia socio-cultural única, en la que se reflejan –entre otros aspectos– una identidad fluida y un concepto peculiar de la estética del éxito. En la arquitectura de remesas se mezclan las ideas de la cultura de origen con las del lugar donde el migrante trabaja. En el caso de México, el sueño mexicano junto con el sueño americano se materializan en la imaginación de cada individuo que regresa o que manda dinero a casa, y como resultado aparecen construcciones cuyo denominador común es la libertad – y en cierta medida, los materiales. Dentro de esta limitación de los materiales no hay límites para la imaginación: desde pequeños “rascacielos” hasta castillos medievales, desde chalets suizos hasta cúpulas como las de la Plaza Roja de Moscú, cualquier cosa se puede lograr con block, dólares y pintura. El 63% del millón de viviendas que se construyen en México son de autoconstrucción.
La ausencia de regulaciones urbanísticas estrictas hace que el paisaje urbano mexicano actual se convierta en un collage de individualidades, que como huellas dactilares, son cada una diferente. En todo caso, la identidad constructiva mexicana es un amontonamiento de individualidades, y éstas son lo que conforman a su vez la estética peculiar de las ciudades y los pueblos mexicanos. Cargadas de identidad y simbología, estas casas son anti-funcionalistas muchas están en un estado permanente de construcción y pocas veces habitadas son una fuente importante de información acerca de lo que sucede actualmente con el mexicano y su relación con el resto del mundo.