Las fotografías del colectivo restan identidad a las personas pues no podemos distinguir más que rasgos mínimos, es entonces que al intentar restituir esta identidad (también mediante la fotografía) entramos en un impasse, un laberinto que siempre nos regresa al mismo punto en la memoria.
Los límites de lo fotográfico también están aquí involucrados, comienza a desaparecer ese vínculo estrecho entre la cámara y la verdad, ya no es un dispositivo que amplía las capacidades del ver, tampoco es necesariamente una extensión de la mirada. Aparece la ilusión figurativa y se acerca a un ambiente pictórico.